Primout (Pardamaza - Primout)
9 de Abril de 2022
Fin de semana anterior a Semana Santa, con un 95 % de ocupación en los alojamientos de León y no encontramos a nadie en el trayecto entre Pardamaza y Primout (en Primout charlamos con un par de vecinos de Páramo que habían subido por la pista con su todoterreno para hacer una barbacoa de alas de pollo y chorizos).
Imagino como estarán estos días los aparcamientos de la base del Gilbo: ABARROTAOS, al igual que Las Médulas, la laguna de Las Verdes, Riaño o Caín, mientras que lugares tan especiales y con tanto encanto como el río Primout o los Zufreiros de Cobrana pasan totalmente desapercibidos.
Mejor así!
Largo trayecto en coche desde León hasta Toreno, donde después de un café, tomamos el desvío que por una estrecha carretera nos mete en el valle por el que corre el río Primout a la sombra de la Sierra de Gistredo.
Mal lo tienen los vecinos de Pardamaza los días de nieve por esa carretera. Pero hoy luce el sol y una temperatura agradable invita a caminar a través de estas redondeadas colinas al encuentro del cauce del río Primout.
Un río que en estas fechas desciende con brío, inundando en tramos el camino que corre paralelo al río y donde miles de pajarillos revolotean buscando pareja.
Un camino conocido, en el que la pequeña pradera, donde se asentaba la braña de Santa Cruz (ruinas) y hoy hay un pequeño refugio, marca el punto intermedio. Un camino donde a lo largo de 4 kilómetros disfrutamos de un bosque de ribera que filtra los rayos de sol y forma un caleidoscopio de luces.
La Sierra de Vallelargo (que corre a nuestra izquierda y que define al valle por el que caminamos) nos separa de una cercana cuenca del Sil y en las proximidades de Primout, ya con orientación este, lo hace del valle de Salentinos.
Primout es el final de nuestro periplo por hoy.
Por su calle principal corre el arroyo de la Pita (que más tarde y junto a otros arroyos crea el río Primout) y un buen número de casas perfectamente arregladas se alinean buscando la ladera soleada.
Llegamos hasta las praderías del final del pueblo, donde los restos de unos viejos molinos se agolpan junto al arroyo y donde la sombra de los chopos crea un ambiente apropiado para comerse el bocata.
Con la tripa llena, las articulaciones endurecidas y la modorra de una siesta no echada, el camino de vuelta da pereza, mucha pereza.
Comentarios
Publicar un comentario