Peña Armada y Peña Estabiello en travesía por el embalse del Porma
7 de Junio de 2022
Pelicán Pursuit 80x, un kayak de 11 kilos de peso y 2,36 metros de largo (lo que me permite trasportarlo dentro del coche) es mi compañero de viaje en este periplo por el embalse del Porma (embalse de Juan Benet, el ingeniero que lo construyó), que desde el embarcadero de Lodares me llevará a ascender dos cimas que pienso son los miradores más interesantes dentro del propio embalse.
Mi barquito de cascara de nuez, corta con alegría la lamina de agua de un embalse que aún no ha despertado y conserva la quietud de la noche, lo que permite disfrutar de un paleo suave y relajado.
Sé que en el trascurso del día el viento irá levantando pequeñas olas que hacen más trabajosa la travesía y por ello, he madrugado para lanzarme a las aguas a primera hora de la mañana.
Peña del Estabiello es una pequeña tachuela que solo conocemos aquellos que nos gusta rastrear los mapas y buscar esas cimas perdidas y desconocidas que puedan ofrecer otra perspectiva. En este caso, la modesta cima de Peña del Estabiello me permite disfrutar de unas vistas acuáticas del Susarón y Peña Armada, del portentoso Pico Grande (portentoso desde la pequeñez de donde nos encontramos) y de un medio oculto bosque de Pardomino.
Descendida esta primera cima, continuo navegando y circundando la Isla de Vegamián en busca del pequeño ismo que hace que esta isla no sea una verdadera isla.
Un pequeño porteo del kayak me deposita en las amplias aguas del Porma, donde la agresiva silueta de Peña Armada va agrandando su tamaña según avanzo a su encuentro.
Peña Armada es el clásico del verano. La cima a la que vuelvo cada verano para disfrutar del paleo y de su arista, que con un ascenso sencillo pero audaz, se levanta sobre las aguas del embalse dejando estupendas estampas del entorno.
El descenso algo torturador para los tobillos, evitando los huecos entre la caliza y desgarrador para las pantorrillas con las ramas de las encinas. Pero nada que no se soluciones con un remojón cuando llego al punto donde dejé el kayak.
Los pronósticos se cumplen y el viento entra a media mañana, enturbiando la lámina de plomo que hasta entonces era el embalse. Poco resta hasta el embarcadero de Lodares y a mitad de trayecto ceso el paleo para que las aguas me acunen, mientras doy la última mirada al Susarón y su larga arista este. Habrá que ir.
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