Fue el grito de guerra para vencer la pereza y salir de la reclusión que el continuo tren de borrascas de los últimos (y no tan últimos) días nos mantiene encerrados en casa.
Una salida a Astorga con una parada en Castrillo de los Polvazares, por eso de que "ya que está tan próximo" y que hace mucho que no lo visitamos, por qué no darnos un paseo por sus calles.
Llegados y recorrido Castrillo uno se plantea; "ya de paso y estando por la zona" por qué no acercarnos hasta la Cruz de Ferro y recordar aquel día que cruzamos por Alto de Foncebadón sobre nuestras bicis camino a Santiago.
Y en el Alto de Foncebadón vuelve a surgir la que parece la coletilla del día; "ya de paso" si estiramos un poco más la ruta, por qué no acercarnos hasta el Acebo y recorrer su calle principal y ver sus típicas casas de pizarra con sus amplios y espaciosos balcones diseñados para atrapar el maximo de luz.
Próxima la hora de comer, "ya de paso" por qué no acercarnos hasta Molinaseca.
Pero a la salida de el Acebo un cartel indicador señala un desvío a la izquierda, donde Compludo se encuentra a 5 kilómetros y la herrería a 4. 😏😏😏. Pues "ya que estamos aquí" y que hace muchos años que la visitamos, por qué no acercarnos hasta la herrería.
Molinaseca está a punto de cerrar sus fogones cuando nos arrimamos al plato y como los días en estas fechas son tan cortos, después de un corto paseo por sus calles y de recorrer el trayecto de vuelta, apenas queda luz cuando entramos a Astorga (bajo un chaparrón como si no hubiera llovido en la vida) y somos sorprendidos por millones de pequeñas estrellas que cuelgan en medio de sus calle y de sus edificios y nos llevan embobados hasta su Plaza Mayor, donde la fachada de su Ayuntamiento refulge como la misma ciudad de los Nabateos.
Castrillo de los Polvazares
Las primeras luces de la mañana se estrellan sobre los muros de piedra rojiza de un Castrillo que nos recibe con su calle principal desierta.
Sin visitantes ávidos de cocido, o los mismos deseosos de encontrar una sombra donde poder descabezar una siesta que le ayude a digerir la pesadez de los garbanzos, Castrillo nos sorprende con la perfecta homogeneidad de sus casas, de su portalones preparados para el paso de sus carros y la incomodidad de su empedrado que nos hace trastabillar a cada paso.
Mañana soleada en un lugar de cuento de hadas. Qué más se puede desear??? pues un bar donde tomarse un café.
Hablar de Castrillo de los Polvazares es hablar de Maragatos.
Los maragatos transportaban al interior salazones de pescado traídos de la costa gallega, y al volver a su tierra cargaban con embutidos y productos de secano.
La decadencia de esta profesión comenzaría con la llegada del ferrocarril a Astorga en 1866.
Arquitectura popular de Castrillo de los Polvazares.
Los portalones, con suficiente tamaño para que pasaran los carros, pueden ser de medio punto o adintelados.
Fue declarado en 1980 Conjunto Histórico-Artístico de alto valor monumental.
El pueblo originalmente se encontraba en una ubicación distinta. Fue destruido por unas riadas, y se reconstruyó en el siglo XVI en su emplazamiento actual.
Iglesia de San Juan Bautista.
Alto de Foncebadón - Cruz de Ferro
Un hito en el Camino de Santiago
Por ser el punto a mayor altura y por ser el lugar estratégico donde los caminantes depositaban una piedra a su paso (y donde más tarde se levantaría una cruz) para marcar ese alto.
El Alto del Foncebadón solo requiere reducir de velocidad y apretar un poco más el pedal del acelerador para nosotros, peregrinos motorizados que ven como los peregrinos reales (en esta ocasión, mayormente orientales) quedan disminuidos en el espejo retrovisor en apenas unos segundos.
Cruz de Ferro.
La cruz de hierro que existe en la picota no es la original, esa se encuentra en el Museo de los Caminos (Astorga).
En 1982 se construyó una capilla consagrada a Santiago Apóstol en las proximidades de la Cruz de Ferro.
El Acebo de San Miguel
Un pueblo lineal, surgido y desarrollado al calor de los peregrinos.
Primer pueblo berciano, donde el rasgo característico de la arquitectura de la zona, la pizarra, se muestra nada más embocar su calle Real.
Estrecha y plagada de grandes balconadas, donde sus vecinos pueden darse los buenos días sin necesidad de salir de casa.
Al igual que en Castrillo de los Polvazares, la calle principal de el Acebo aparece vacía y solo a la vuelta, cuando regresamos en busca de nuestro coche, nos tropezamos con un solitario peregrino que busca, al igual que nosotros lo hicimos, el único establecimiento donde poder tomar algo.
Herrería de Compludo
Cuenta la leyenda que a Vulcano (el patrón de los oficios relacionados con los hornos) mientras forjaba los rayos en su fragua, se le escapó una chispa que recorrió los cielos -tal cual cometa celeste- para ir a caer en las profundidades de los Montes de León, cerca de la cueva de un monje, que buscaba en esos montes el recogimiento necesario para dedicarse a la oración y la meditación. Fue con el fuego que generó esa chispa, con ayuda del arroyo que corría por la zona y con su esfuerzo, con lo que el ermitaño levantó la Herrería de Compludo.
La leyenda podría ser real, al igual que todas las leyendas. Pero no!!! Esta es fruto de mi imaginación y lo único real, de esta sucursal de la fragua de Vulcano, es su origen medieval, asociado a las fundaciones monásticas y a la gran concentración de eremitas que se daban por la zona, y que en nuestros tiempos recibirá el nombre de Tebaida Leonesa o Tebaida Berciana (termino copiado de la zona del Alto Egipto -Tebas- donde surgió la tradición cenobítica).
Algo más de tres kilómetros de carretera estrecha, recurvada y en descenso, nos depositan en un aparcamiento desde el que un camino delicioso, que corre paralelo el río Meruelo y del que se sirve la fragua, nos deja a la entrada de la Herrería de Compludo (monumento nacional desde 1968).
Visita guiada por uno de los dueños de la herrería.
Herrería de Compludo
Detalle de la rueda que gira el agua y mueve el mecanismo del mazo pilón.
Interior del mecanismo del mazo pilón.
Colector que recoge el agua y utiliza el efecto Venturi para inyectar aire a la fragua.
El dios Vulcano actual.
Actualmente el mazo pilón golpea sobre un tronco de madera.
En nuestra anterior visita (hace como unos treinta años) lo hacia sobre un yunque, emitiendo un sonido muy violento.
Herrería de Compludo.
Río Meruelo.
Molinaseca
El río Meruelo, ese que dejamos trabajando en la Herrería de Compluso, continua su descenso recogiendo aguas entre montes fragosos y profundos valles, que en tiempo pasados (no tan pasados) fueron capaces de dar cobijo a los guerrilleros antifranquistas, como Manuel Girón Bazán, que tras la caída de la resistencia republicana no dudaron en echarse al monte en espera del reagrupamiento para el ataque final que derrotaría a las fuerzas fascistas.
Bajo los Puentes de Malpaso, levantados por los romanos, en la estrechez y ahora bajo el bonito puente medieval que nos recibe a la entrada de Molinaseca.
Plaza de Molinaseca.
Conjunto Histórico-Artístico desde 1975.
Puente de los Peregrinos.
Con hechura románica sirve para cruzar el río Meruelo (el mismo que acompañamos durante un pequeño tramo de camino a la Herrería de Compludo) y se considera el inicio del pueblo.
Sobre el río Meruelo.
Astorga
Astorga, el motivo de este pequeño road trip.
Entramos tarde, cuando las sombras empiezan a apoderarse de la ciudad y cuando un millón de estrellas comienzan a resplandecer.
La tormenta espera a que lleguemos a la Plaza Mayor para descargar con fuerza.
Y la luz se refleja en los charcos creando un juego de luces, volteando nuestro mundo y dándole la vuelta a la célebre frase de Chaplin: "Nunca encontrarás un arcoíris si miras hacia abajo".
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Sobre la cima de Peña Terrionda 20 de enero de 2024 Si este es el frío de la vida, como será el de la muerte!!! Un grado más ha descendido el termómetro del coche cuando entro en el valle de Reyero, dejándolo en los 9 bajo cero. Aparco en Pallide, me calzo las botas y salgo escopetado en busca del sol que se desparrama por el valle. Un valle inmaculado por la helada, la misma que cubrirá de hielo las rocas sobre las que tendré que pisar para cruzar el Estrecho, el angosto paso que da acceso a los puertos, a los altos y de nuevo a la luz. Collada de Linares, collada de Reyero y me enfrento con la cuerda de cimas que pretendo subir: Pico de la Hoya, Peña Toya y Peña Terrionda. Cimas sencillas que ofrecen unas vistas explosivas hacia las montañas de Riaño y hacia una gran parte de la Montaña Central Leonesa. El sol atempera el ambiente y apetece quedar en las cimas, disfrutando del momento. El Track de la ruta en Wikiloc Entrando en el Valle de Reyero (al frente Pallide). La mañana despeg
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Una preciosidad de reportaje, pero...tengo ganas de ver algo nuevo de Ancares o Babia. Salud!!
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