Del Tres Concejos al Estorbín desde Pendilla de Arbas
Cima del Estorbín |
13 de febrero de 2023
Me pregunto por qué en este lugar opresivo, incómodo y salvaje, me siento tan a gusto. Por qué?
Podía haber evitado la salida. El pronóstico para hoy era de cielos encapotados y fuertes vientos.
Podría haberlo evitado, sabiendo que en los próximos días volverá a lucir el sol con fuerza. Pero el secreto de las montañas es que existen, que están ahí al igual que yo, pero ellas se limitan a existir, mientras que yo vibro con la vida.
Pendilla se me muestra como el día: frío y desangelado. Ningún perro ha salido a ladrarme, ningún vecino afanado en sus tareas (tal vez era demasiado temprano para hacer tareas).
Parto por un Camino de la Carisa (antigua vía romana) que aparece cubierto por una capa de nieve con la consistencia adecuada para caminar con brío.
Al poco ya veo el valle de Bustamores que iré dejando a mi derecha y por el que pretendo regresar.
El viento aparece en la collada Propinde, frío y con suficiente fuerza como para tener que abrigarme a pesar del esfuerzo de la subida.
La panda del Tres Concejos se hace pesada, por el viento que me azota de lado y por los casi 500 metros de desnivel que es preciso superar.
Pero cuando alcanzo la cima de esta montaña emblemática, que goza de ser el punto donde se unen los concejos de Lena y Aller en Asturias y el de Villamanín en León, me siento bien, a pesar del viento y del frío.
Hace unos días surfeaba olas de nieve por la Peña de la Laguna, con un cielo azul intenso y un resplandeciente sol. Hoy con un cielo totalmente cubierto, el paisaje se muestra más nítido, el valle profundo, las montañas agresivas y yo, como una pequeña hormiga, me voy moviendo desde la cima del Tres Concejos por la cuerda hacia las cimas del Pisones, Robequeras y Cueto Barriales hasta la cima del Estorbín.
El cielo aguanta, sin agua y permitiendo que entre algún rayo de sol cuando avanzo hacia el collado del Cuadro, por el que entro a la cabecera del valle de Bustamores, donde la subida de la temperatura hace que la nieve pierda la consistencia y haga que la vuelta se torne pesada.
En el valle, junto al pequeño refugio (cerrado), mientras pico algo y escucho el chillido seco de un ratonero me siento a gusto, con la sensación de tranquilidad de saberse superfluo, sin tener prisa y sin meta remunerada en un deambular de un sitio a otro.
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