Montes de Peñalaza (Peña Laza y Peña la Carbona) desde San Martín de la Tercia

Sobre la cima de Peña Laza

4 de febrero de 2024

Días de invierno fríos, quedos y con una película de escarcha sobre la hierba que recuerda los cinco bajo cero que marcó el termómetro del coche.

Y entre aquel silencio congelado me movía lentamente, intentando desperezarme del tiempo pasado, con la moquilla en la punta del la nariz.

San Martín me ha recibido con la habitual indiferencia de los pueblos de montaña en invierno; vacío, apagado y sin perro que salga a ladrarme, ni vecino que me recuerde que es malo caminar solo por la montaña, sin saber que me gusta (en ocasiones) caminar sin compañía, sin testigos de mis afanes, saboreando el despertar del día y creando mi propia suerte.

El camino carretero que tomo en San Martín desaparece cuando llego a las praderías de la base de los Montes de Peñalaza.

Disfruto del sendero, caminando frente al sol, perdiéndolo, hasta que decido olvidarme de él y busco la vertical hacia el roquero de este minimacizo que guarda los sueños de aquellos Bravos que defendieron sus posiciones ante los rebeldes.

Peña Laza tiene en su cima una cruz recuperada de algún camposanto, quizá en memoria de los que perdieron la vida en su cumbre, en un intento de domar tigres con buenas palabras, o simplemente porque alguien la encontró tirada y no supo de mejor lugar donde colocarla.

A pesar de la macabra cruz de cumbre, hay que decir que Peña Laza goza de unas estupendas vistas de todo el valle de la Tercia, del de Casares y hasta del de Villamanín.

Desde las alturas los Montes de Peñalaza tienen una apetitosa forma de croissant, que ahora voy recorriendo, poco a poco, hacia la cima gemela del norte.

Peña la Carbonara gasta nombre de plato italiano y goza de mejores vistas hacia el macizo de las Ubiñas y hacia el Puerto de Pajares que se descubre bajo nuestras botas, a un pequeño salto de gigante.

La roca de los Montes de Peñalaza ha intentado joder mis tobillos durante toda la mañana y ahora, durante el descenso, es la maturranga la encargada de lacerar mis pantorrillas hasta que alcance las praderías.


Los Monte de Peñalaza a la entrada del valle de la Tercia.
Mirada atrás: el Fontún despertándose.
San Martín de la Tercia.
Las Marías recibiendo los primeros rayos.

Las montañas de Casares mostrándose altivas, potentes.
Panorámica.
El valle de la Tercia y el de Villamanín.
Voy buscando el mejor camino entre las rocas de Peña Laza que cortan mis botas y laceran mis manos.
La pirámide cimera de Peña Laza.


Cima de Peña Laza.

Panorámica.
Con algo de zoom, las cimas de Casares.

Peña la Carbonara parece próxima, pero el camino es tortuoso.
Busdongo (en el fondo del valle) perdió importancia como nudo de comunicación con la apertura de la autopista del Huerna. Con el AVE poco futuro le queda.
Las praderías son más fáciles (y agradables) de caminar.
Peña la Carbonara.
La arista anterior a la cima.
Cima de Peña la Carbonara.
Hacia Casares.
Hacia Busdongo.
Hacia las Ubiñas.
Mirando el camino recorrido desde Peña Laza.
Con aumentos el Fontún.
Hacia el grupo del Cirbanal, con el Cueto Negro más cerca.
Vista atrás durante el descenso.

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