Cueto del Calvo en circular

La pirámide cimera del Cueto del Calvo

10 de 0ctubre de 2024

Mañana seguiremos bogando contra corriente,

arrastrándonos incesantemente hacia la nada,

como sesentones reacios a una existencia sedentaria.


Una nueva madrugada, hacia los Arguellos, con un recorrido que precisará dejar la bici candada en alguna señal de tráfico en la Collada de Valdeteja para poder completar una circular con ascenso al Cueto del Calvo.

Después de tanta penumbra la luz comienza a ganar los valles por las alturas. En Getino aparco mi coche y al momento de bajarme de este, escucho como un ciervo reclama su parte del botín, con un bramido ronco que se extiende por el valle y no puedo menos que pensar lo mal que lo tiene el colega si a estas alturas aún no ha logrado reunir su pequeño harén.

Abandono el pueblo, por un camino inundado por el agua de las últimas lluvias y entre campos cercados donde un burro me mira con ojos de inmensa tristeza, en busca del collado que me abra las puertas al Valle de Sáncenas.

El sol, aparentando ser un tatuaje en mitad del cielo, me permite pararme a contemplar el mundo que me rodea y a ir poniendo nombre al abanico de cimas que se extienden ante mi vista. Y de repente, tras un montículo, la montaña (el Cueto del Calvo) aparece  de pronto, como si estuviera escondido detrás de él para que nadie lo viera.

El Valle de Sáncenas se camina bien, más con una mañana como la que ha salido, pero es preciso abandonarlo, en busca de las alturas, de la cumbre.

Desde la cima mientras observo el arco de montañas que se abre hacia el este, escucho el fluir de los minutos que pasan sin hacer ruido, dándome cuenta como pasa el tiempo mientras la soledad va en aumento, hasta que es truncada por el vuelo de un acentor que decide que tengo que compartir la cima con él.

El acentor regresa a los cielos y yo comienzo el descenso, de nuevo en busca del valle, hacia el chozo y el sumidero, para continuar por Las Vizarreras camino de la Collada de Valdeteja donde me espera mi vieja Rockhopper que me acompaña en un veloz descenso en busca del Torío y con un último apretón hasta Getino.



Getino, nunca había subido hasta este pueblo.
Colgado en la ladera izqierda del Torío.
Desperezando las nieblas.
Hasta ese frente de montañas, para superarlas y entrar en el valle.
Con tanta agua el cruce de los arroyos resulta complejo.
Vista atrás, el estrecho valle donde se asienta Gete, con el Machamedio al fondo.
Lepiota procera.
A punto de alcanzar el collado, superado un hayedo, paro a hacer una panorámica de lo que dejo atrás.

He entrado en el valle que gracias a las últimas lluvias, aúna el verdor de la primavera y los frutos del otoño.
El valle, con las cimas de Valporquero (izquierda) y el macizo de Fontún (derecha).
Y de repente, tras un montículo: el Cueto del Calvo (cuanto mejor resultaría llamarlo Cueto Pelado).
El Correcillas, descolgándose su arista por la Peña Forcada y el Pico Ungrío hacia las Hoces de Vegacervera.

Cueto del Calvo.
Otro valle de altura.

El valle donde se esconden Tabanedo y Rodillazo.
Cima del Cueto del Calvo (1.921 metros).
Panorámica: hacia el valle y pico de Sáncenas.
Hacia el Correcilas y Valle del Marqués.
Hacia el Torío.
Hacia las montañas más norteñas.
Hacia Valdeteja, con el Cueto Cabanas y Bodón.
Descendiendo.
Vista atrás: Cueto del Calvo.
El valle (de Sáncenas).
Bonito, bonito.
Un buitre leonado.

Panorámica.
El chozo de pastores.

El Sumidero.

Las Vizarreras.
Hacia el Bodón.

Mi vieja Rockhopper.


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