Cerro de Pedroso desde Geras de Gordón
Grupo de cimas del Feliciano desde la cima del Cerro de Pedroso |
La nevada que dejo impoluta la Cordillera a principio de mes se ha esfumado.
Solo en los abesedos y en la parte sombría del Palanco encuentro nieve (en el Palanco hielo más que nieve, que hace que cuando lo cruce, a primera hora, tenga que prestar mucha atención para no dar con mis posaderas en el suelo).
Vuelvo a Geras, a recorrer sus caminos, por un entorno que se me atojan como uno de los mejores terrenos para disfrutar; por la proximidad (menos de 50 kilómetros desde León), por la sensación de aislamiento (a pesar de la brillante iniciativa por parte del pueblo de Geras de Gordón de marcar y balizar los senderos, apenas encuentras a nadie salvo en otoño), por la facilidad para trazar rutas (caminos, senderos y trazas de animales permiten recorrer todo el espacio), por la sencillez de sus ascensiones (sin problemas para alcanzar cualquier cima) y por la variedad de paisajes (cañones, valles, puertos, cimas, hayedos, ... tiene todo tipo de paisaje).
Aparco en Geras y tomo el camino del Palanco. El cañón se muestra hostil y sombrío a primera hora, con los hayedos deslucidos sin hoja y una Aguja del Palanco que parece querer caerse sobre tu cabeza.
Salgo del cañón y alcanzo la luz. El camino, que asciende pegado al flanco sur de la Sierra de Peña la Cueva, se camina con rapidez y cuando salgo de mi ensimismamiento me doy cuenta que ya estoy en el refugio de Brañaredonda, lugar bonito, bonito.
Continuo por pista hasta el collado que rompe la Sierra de Peña la Cueva, cambio de rumbo y comienzo el ascenso a la cima.
Ya son unas cuantas las veces ascendidas a esta cima de estupendas vistas; hacia el mogollón de cimas que rodean al Feliciano, hacia las Ubiñas y el grupo del Cirbanal, hacia las cimas de Casares y sobre todo a las azuleadas aguas del Embalse de los Barrios de Luna. Todo un espectáculos visual.
La facilidad, para trazar rutas, aludida me da pie para diseñar el regreso por otro valle: por el que corren las aguas del arroyo de Valmeán.
En su primera parte cubierto por nieve (en excelentes condiciones para caminar) y en una segunda por un agradable senderillo que sin problemas me devuelve a Geras.
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