Peñacorada desde Robledo de la Guzpeña
Peñacorada |
En la cima de Peñacorada |
Por la fecha Peñacorada tendría que lucir una capa de nieve.
Poca o mucha pero algo. Pero con el cambio climático, hoy el blanco que da color a Peñacorada es el de la cencellada que esta fría mañana ha dejado su huella sobre toda hierva, rama o árbol que despegue más de dos centímetros del suelo.
No miramos el termómetro del coche, directamente resguardamos nuestras orejas y narices ante la pertinaz helada y partimos desde Robledo de la Guzpeña.
Remontando el valle por donde corren las aguas del arroyo de Herpencia en busca de los corrales al sur de la peña, donde los robles dan paso a un espeso bosque de encinas que con valentía trepan hacia la arista, hasta que el lapiaz solo permite que algún ejemplar achaparrado y retorcido por la acción del viento consigue sobrevivir.
Mirada atrás, para ver como el valle se cubre con una niebla que parece salida del interior de mi cabeza.
Una niebla que fruto del viento amenaza con cubrir la arista por la que buscamos el mejor camino hacia la cima.
La belleza de las cumbres te empuja a la búsqueda de otras nueva y en la de Peñacorada, a pesar de la niebla, obtenemos la recompensa a nuestros esfuerzos.
El viento nos empuja por la arista este, en busca de cobijo y del collado donde volvemos al valle por el que caminamos al inicio de la mañana y que de nuevo recorremos camino de Robledo de la Guzpeña.
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